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La cultura del patrimonio entre la diversidad y la globalización

Buenos Aires, mayo de 2002


Berlin, 16 de mayo 2002


La cara polémica de los monumentos históricos

Más allá de mi participación en debates y proyectos internacionales en torno al patrimonio cultural, hasta el momento no me ha sido dado participar en proyectos globales. Es por eso que me permitiré desviarme del abordaje global que propone el título del seminario para analizar el patrimonio cultural en su diversidad nacional e internacional en Europa.

Todos los años, en ocasión del Día del Monumento Histórico, los diarios alemanes se llenan de bellos textos sobre el patrimonio cultural y el monumento histórico, se dan amables discursos y se transmite un gran caudal de energía positiva que termina redundando en beneficio de la concientización en torno a la importancia de los monumentos históricos y su conservación. Es cierto, los discursos amables son de vital importancia para un emprendimiento tan necesitado de consenso como lo es la conservación de monumentos: por eso es imprescindible una retórica afirmativa con la que debe insistirse una y otra vez. Naturalmente el patrimonio cultural y los monumentos históricos enriquecen nuestras vidas, nos aportan belleza y experiencias estéticas y nos permiten comprender la historia. Cuando viajamos a países vecinos nos complacemos con el patrimonio de los otros y nuestros encuentros con los colegas de cada lugar se caracterizan por un amistoso respeto. Nada nos recuerda en esos momentos placenteros que los monumentos arquitectónicos, cuya interpretación y evaluación en términos de conservación patrimonial constituye nuestra tarea, puede ser también materia de conflicto: un encendido debate en torno a las valoraciones estéticas y sobre todo, en torno a los juicios sobre la historia. Acaso no deberíamos sorprendernos demasiado de estas controversias, puesto que es bien sabido que la historia no puede ser interpretada de manera unívoca y excluyente.

Las discrepancias en torno a la valoración e la historia no necesariamente transcurren por los carriles de un discurso objetivo y racional, sino que pueden transformarse fácilmente enpolémicas malintencionadas, en las que las partes en conflicto usan los monumentos arquitectónicos y el patrimonio cultural como testigo de cargo al servicio de las diferentes demandas políticas. Este debate se vuelve especialmente candente cuando se da entre representantes de estados que alguna vez se enfrentaron en una guerra o que en la actualidad deban resolver enfrentamientos políticos, aspecto que en Europa afecta a casi todos los países y sus respectivos vecinos. Supongo que esta situación no difiere demasiado en otras partes del mundo.

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